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‘Lotomán 2.0’, más de lo mismo






De lo mismo porque, por más que hacen, el guión gira siempre sobre las mismas sandeces de siempre: las mujeres se desviven por acostarse con el buen mozo o con el que tiene mucho dinero, siguen los dos cómicos haciendo bailecitos para los comerciales de turno (por cierto, vimos los comerciales para la TV, y nos gustaron mucho más que la cinta) y, lo peor, siguen surgiendo los diálogos más hueros que se puedan imaginar.
La historieta se inicia con una breve recapitulación de la anterior para ponernos en situación, pero de inmediato comienzan los “shows” particulares: Miguel gana un desafío con su moto que hasta el gato de la esquina sabía iba a ganar. Luego comienzan las tribulaciones de Raymond porque el otro es casado y con hija y él no tiene ni novia ni nada que se le parezca. Pero, gracias a las “atinadas” recomendaciones del hermano y el recién llegado socio, de buenas a primeras el que nada tenía ahora cada noche tiene una diferente… aunque no llegue a nada con ninguna.
Esa idea de los encuentros sucesivos se ha hecho en cine cientos de veces, pero ahora los vemos y no nos parece que tengan gracia.
La idea del secuestro de la niña pudo funcionar, si no fuera porque es una acción argumentalmente destartalada con una niña amordazada, pero sin atar, que no se quita la mordaza, y si no fuera por el afán de hacer pasar a la chiquilla como una especie de genio parlanchín que de tanto hablar marea, y porque la idea de parodiar “Home alone” es burda e inútil, y porque lo que luego sucede, toda una secuencia de artes marciales, es un simple pegote que no tiene razón de ser, que no sea la continuidad del esquema urdido a partir de los ya mencionados “shows”, que no tienen relación de verdadera continuidad lógica ni añaden nada que valga le pena al conjunto.
¿Por qué son mejores los comerciales para la TV que la cinta? Porque en los primeros no hay necesidad de crear los rasgos sicológicos de los personajes y en la segunda sí, algo que es elemental en el cine de calidad. Los personajes de Raymond y Miguel no poseen coherencia como tales. Por un lado, uno es un padre, un hijo y un marido fiel y amoroso; por otro, un necio que vive pensando y buscando mujeres y se da el lujo de demostrarlo, pero, al parecer, eso de nada le sirve porque, de no ser así, ¿por qué entonces tiene 7 meses sin ver a Linda? Sí puede decirse que la labor fotográfica es correcta, que el encargado, P.J.
López, si mal no recordamos, sabe mover la cámara, sabe dónde colocarla, y en lo que se refiere a la musicalización, Alex Mansilla es mejor profesional que el mismo director del film, apretujado por su costumbre de hacer comerciales de segundos, y por eso el filme “suena” bien, aunque los números musicales sean dispuestos, en gran parte, para el lucimiento de la pareja en el corrido de los “shows”, que pretenden darle vida a esta chabacana historieta.
Nada que resaltar en lo que se refiere a aspecto histriónico: Raymond Pozo y Miguel Céspedes son buenos cómicos… de la TV, y lo que han hecho lo siguen haciendo, pero no pueden conferir caarácter a sus personajes porque ni los guionistas ni el director lo hacen, porque son quienes tienen que hacerlo.
El resto es pura majadería, sobreactuación continua de los “astros”, de Cheddy García, mucha pose de Carrillo y, tal vez los más aceptables, los 2 “gangsters” secuestradores, Luis José Germán e Irving Alberti. Amén.